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miércoles, 10 de agosto de 2016

¡Charles Dawson, culpable! hallado el falsificador del hombre de Piltdown
by JMI Paleorama - 0


Un nuevo análisis de las famosas falsificaciones del Hombre de Piltdown señala aún más firmemente a su descubridor, Charles Dawson

En 1912 se encontró en Inglaterra el supuesto "eslabón perdido" entre los simios y los seres humanos. El descubrimiento lo realizó un aficionado, Charles Dawson, mientras daba un paseo por la campiña inglesa. El hallazgo fue llevado ante Arthur Smith Woodward, uno de los responsables en el Museo Británico, que certificó su veracidad y contó con su apoyo desde entonces. Gran Bretaña ya tenía un hallazgo prehistórico que podía competir con el hombre de Heidelberg. The Times remarcaba en sus titulares: "La primera evidencia de un nuevo tipo humano". La mentira fue creciendo y se añadieron nuevos restos y hasta herramientas líticas. Cuarenta años más tarde, se descubrió que el "Hombre de Piltdown" era una falsificación. Los dientes y el cráneo estaban pegados, envejecidos artificialmente y se debieron de juntar al menos un cráneo de orangután, otro de chimpancé y el de un hombre de la Edad Media. Eso asegura un nuevo análisis de las piezas que aún se conservan y los científicos apuntan a que Charles Dawson fue el responsable del fraude y casi seguro que actuó por su cuenta.

Fecha de Publicación
10 de agosto de 2016
Fuentes de información digital utilizadas
University of CambridgeScience MagazineEl Confidencial
Fuente de las imágenes
University of CambridgeScience Magazine
Palabras clave:
Prehistoria, Paleolítico, evolución humana, Inglaterra, Hombre de Piltdown, sucesos,
Bibliografía científica, publicación original
Royal Society Open Science

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El hombre de Piltdown fue el mayor descubrimiento de la historia de la antropología durante más de cuarenta años, hasta que un reportaje en la revista 'Time' desveló que, en realidad, era el mayor fraude de la historia de la antropología. Un siglo después del 'descubrimiento', esta historia cierra su último capítulo: por fin sabemos quién fue el artífice de la broma, gracias a un estudio publicado esta semana en la revista Royal Society Open Science.
La historia se remonta a principios del siglo XX, cuando el arqueólogo aficionado Charles Dawson descubrió parte de un cráneo durante un paseo por la aldea inglesa de Piltdown. En 1912 contactó con el responsable de Geología del Museo de Historia Natural de Londres, Arthur Smith Woodward, quien se mostró muy interesado. Dawson continuó con sus excavaciones y encontró más restos: una mandíbula, más trozos de cráneo, dientes y hasta herramientas.
Woodward quedó fascinado por el extraño hallazgo. El hombre de Piltdown tenía un cráneo similar al de un ser humano moderno, pero más pequeño y primitivo. La mandíbula era muy parecida a la de un chimpancé joven, pero los dientes parecían humanos. El investigador propuso que este ser era un "eslabón perdido" entre monos y humanos que había vivido hacía medio millón de años. Los ingleses quedaron encantados con la idea de que los primeros hombres hubieran dado sus primeros pasos cerca de casa, y la especie fue bautizada como Eoanthropus dawsoni en honor de su descubridor.
Pero las críticas fueron inmediatas. En 1913, el catedrático de anatomía de la Universidad de Londres David Waterston, envió una carta a la revista Nature en la que concluía que el revuelo era innecesario: el espécimen no era más que una mandíbula de simio unida a un cráneo humano. No fue ni el primero ni el último, aunque otros expertos como Otto Schoetensack, descubridor de los primeros fósiles de Homo heidelbergensis, alabaron la relevancia del fósil.
Dawson no vivió lo suficiente como para ver su éxito, pues falleció en 1916. Woodward defendió con tozudez al hombre de Piltdown hasta su muerte en 1944. En 1953 se destapaba: la revista 'Time' publicó un reportaje con varios antropólogos de renombre en el que se confirmaba que el Eoanthropus dawsoni era una quimera: un cráneo humano de la Edad Media, la mandíbula de un orangután de 500 años y dientes fósiles de chimpancé que habían sido limados.
El hombre de Piltdown había sido fabricado a conciencia: Algunos molares probablemente provenían de una orangután, relacionados más estrechamente a los orangutanes que ahora ocupan el suroeste de Sarawak (Borneo). Además, la forma del molar en un segundo resto de Piltdown vino casi seguramente de la misma mandíbula de orangután que el el primero. Los agujeros en los huesos del cráneo estaban llenos de masilla dental, que también se utilizó para volver a fijar los dientes de la mandíbula y la reconstrucción de uno de los dientes que se rompió mientras se manipulaba.
También existe otra razón de índole psicológica. Personas como Woodward cayeron en prejuicios culturales y abrazaron con alegría la idea de que el origen del hombre hubiera tenido lugar en su país. Por aquel entonces se pensaba que nuestros antepasados habían surgido en Europa y no en África. Además, los restos coincidían con la teoría entonces aceptada de que el aumento en el tamaño del cerebro había tenido lugar antes de la aparición de la dieta omnívora.
Las consecuencias del fraude fueron devastadoras para la imagen de la ciencia. La confianza del público en los investigadores se derrumbó, y a día de hoy las organizaciones creacionistas todavía esgrimen al hombre de Piltdown como prueba irrefutable de que la paleoantropología moderna no son más que pamplinas. Además, algunos restos posiblemente verosímiles fueron ignorados por no ajustarse a los cánones que daban esos ejemplares falsos, como el el niño de Taung en Sudáfrica

Un cura muy sospechoso
¿Quién engañó a la antropología durante cuatro décadas? Dawson descubrió el hombre de Piltdown y Woodward lo reconstruyó, pero hubo una tercera persona que participó en las primeras etapas: Pierre Teilhard de Chardin. Este cura jesuita con alma de paleontólogo, que más tarde participaría en descubrimientos con el del hombre de Pekín (Homo erectus pekinensis), encontró uno de los dientes del hombre de Piltdown, un canino que levantó muchas sospechas por ser tan grande que habría impedido el movimiento de la mandíbula.
Teilhard ha sido señalado como el culpable más probable del fraude, aunque las conspiraciones más descabelladas llegan a apuntar al padre de Sherlock Holmes, Sir Arthur Conan Doyle, gran amante del esoterismo. En su ensayo 'La conspiración de Piltdown', el paleontólogo Stephen J. Gould concluye que todo fue una broma del jesuita que se le fue de las manos. Dawson también se encuentra en la lista de sospechosos, aunque su reputación como investigador hace que algunos —como el propio Gould— pongan en duda su participación.
Según los investigadores, "la consistencia en el 'modus operandi' y el uso de un número limitado de espécimenes para crear el fraude sugieren la existencia de un único falsificador", asegura la coautora del artículo Isabelle de Groote.
El análisis de ADN de los restos prueban que tanto el hombre de Piltdown como un segundo ejemplar encontrado por Dawson fueron falsificados a partir de un mismo orangután, y la extraordinaria calidad del fraude hace que sólo una persona entre todas las implicadas tuviera la habilidad necesaria para engañar a tantos expertos: el propio Dawson. Según de Groote, el vilipendiado Teilhard fue, probablemente, inocente. "La quimera fue creada por una sola persona, puede que el jesuita estuviera al tanto pero en mi opinión sólo fue un espectador más en todo este asunto".
Dawson había participado en más de cincuenta artículos científicos, y su sueño era ser aceptado como miembro de la Royal Society. En 1909, años antes de su hallazgo, escribió a Woodward: "Llevo esperando un gran descubrimiento que nunca llega". Por culpa de su ambición, un reputado arqueólogo, geólogo e historiador pasará a la historia por ser el artífice del mayor fraude de la historia de la paleoantropología en lugar de por sus verdaderos éxitos.

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