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lunes, 5 de febrero de 2018

¿Cuán letales eran las distintas armas de los cazadores del Pleistoceno final?
by LB Paleorama - 0

Puntas de piedra, microlitos y hueso recreadas desde la Universidad de Washington.

Un estudio experimental de la Universidad de Washington revela las potencialidades de las armas de los cazadores árticos hace 14.000 años en el área de Alaska

¿Qué tipo de punta de proyectil elegirías para abatir un bisonte? ¿O un mamut? ¿Y cuál sería la mejor opción para una presa más pequeña? Lo más probable es que un cazador del Ártico en el Pleistoceno final lo tuviese muy claro, ya que estos grupos humanos utilizaban proyectiles con puntas de muy diferentes características. Desde la Universidad de Washington se propusieron averiguar cuál sería la mejor arma para cada ocasión, así que reprodujeron de forma experimental tres tipos de puntas de proyectil con materiales lo más parecidos posible a los utilizados por estos cazadores prehistóricos, y las unieron a astiles de madera de álamo con adhesivo de abedul. Tras probarlas sobre diferentes tipos de blanco, quedó claro que cada una de ellas tenía su propio uso óptimo, unas serían más recomendables para presas de gran tamaño mientras que otras eran más útiles en presas de tamaño reducido. ¿Habrás acertado cuál es cuál?

Fecha de Publicación
1 de febrero de 2018
Fuentes de información digital utilizadas
University of WashingtonLa VanguardiaEuropa Press
Fuente de las imágenes
University of Washington
Palabras clave:
Pleistoceno final, cazadores-recolectores, Ártico, Alaska, proyectiles, recreación, arqueología experimental, piedra, hueso, asta, economía
Bibliografía científica, publicación original
Journal of Archaeological Science

Los distintos tipos de armas desarrollados por los cazadores-recolectores del Ártico americano hace entre 14.000 y 10.000 años tuvieron seguramente usos diferenciados. Por eso, desde la Universidad de Washington han realizado un estudio experimental centrada en recrear los distintos tipos de puntas de proyectil conocidos en este periodo del Pleistoceno final y comprobar qué tipo de heridas producían cada uno de ellos.
Su estudio ha sido publicado en Journal of Archaeological Science, y revela una efectividad insospechada en estos útiles, sobre todo teniendo en cuenta la tecnología de la que disponían estos grupos humanos.
Ben Fitzhugh, antropólogo coautor del estudio, señala que nunca habíamos pensado que tuvieran ese tipo de sofisticación. Tenían una comprensión muy completa de las diferentes herramientas y las mejores armas para las diferentes condiciones de presa y disparo".
Para su investigación, los investigadores han recopilado el mayor número posible de armas diferentes. Para este periodo, la mayoría de elementos recuperados son puntas de proyectil realizadas en piedra o hueso, ya que los astiles de los proyectiles, presumiblemente de madera, no se han conservado.
Los investigadores han centrado su estudio en tres tipos de puntas: puntas afiladas de hueso, asta o marfil; puntas de flecha talladas en piedra; punta compuesta de hueso o cornamenta con micro cuchillas de piedra con forma de hoja de afeitar incrustadas alrededor de los bordes. Probablemente estas puntas fueran desarrolladas en distintos momentos, aunque su uso se prolongó en el tiempo y todas ellas cabaron conviviendo en el tiempo.
Las piezas fueron reproducidas en Fairbanks, Alaska, tratando de utilizar los mismos materiales que usaban estos grupos de cazadores hace 14.000 años: hueso de vaca para recrear las puntas de marfil, obsidiana para las de piedra tallada, y cuerno de caribú para la punta compuesta. Los astiles de los proyectiles se fabricaron con madera de álamo, y como adhesivo se utilizó alquitrán de abedul. Los investigadores produjeron 10 ejemplares de cada tipo de proyectil, para probar después su capacidad de producir heridas sobre distintos animales. Aunque estas poblaciones lanzaban sus proyectiles con propulsores, los investigadores utilizaron un arco de arce de doble curva para reproducir los lanzamientos.
Janice Wood, coautora del estudio, explica que "los cazadores de ese período fueron lo suficientemente sofisticados como para reconocer cuál era la mejor punta para usar en cada ocasión. Trabajaban en grupos y necesitaban completar cacerías con éxito y en el menor tiempo posible para evitar riesgos".
Durante las pruebas de campo, las puntas compuestas resultaron ser las más efectivas en presas pequeñas, mostrando tener una mayor capacidad de causar daño incapacitante independientemente de la zona del animal en la que impactasen. Por su parte, las puntas de hueso penetraban más profundamente pero producían heridas más pequeñas, lo que las haría más útiles para abatir a presas de gran tamaño como bisontes o mamuts. Las puntas de piedra habrían producido cortes más grandes, especialmente en presas grandes como alces o bisontes, provocando una muerte más rápida.

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