Una inusual representación en el arte rupestre del Cantábrico se esconde en esta cueva cercana a Santimamiñe
Hace ya dos años, los espeleólogos Antonio García y Gotzon Aranzabal, creyendo que gastaban una broma, enviaron una foto de un manchón rojo situado en una pared de la cueva de Morgota al arqueólogo Juan Carlos López Quintana. Para su sorpresa, resultó que se trataba de una representación paleolítica de un caballo acéfalo, posiblemente de más de 20.000 años de antigüedad. Ahora la revista Kobie publica una serie de estudios que corroboran su autenticidad.
Fecha de Publicación
3 de octubre de 2016
Fuentes de información digital utilizadas
El Correo
Fuente de las imágenes
El Correo
Palabras clave:
prehistoria, paleolítico superior, arte rupestre, Cueva de Morgota, Santimamiñe, Bizkaia, Euskadi, moda
Bibliografía científica, publicación original
Fue en 2014 cuando los arqueólogos se dieron cuenta de que había un "nuevo" caballo en Santimamiñe, más exactamente a 440 metros de la cueva, en la vecina cavidad de Morgota, en el municipio de Kortezubi, perteneciente a la Reserva de Urdaibai. Durante una visita rutinaria dos espeleólogos del ADES descubrieron este animal rojo de 70 centímetros, acéfalo, que, a pesar de la discreción mediática, se convirtió en un símbolo de los nuevos descubrimientos de arte rupestre en Euskadi. La revista ‘Kobie’, especializada en temas arqueológicos, publica ahora una serie de estudios que verifican su autenticidad.
Curiosamente, el día del hallazgo, los espeleólogos Antonio García y Gotzon Aranzabal no imaginaron que se tratara de arte prehistórico y quisieron gastar una broma al arqueólogo Juan Carlos López Quintana. Sacaron una foto del manchón rojo y escribieron «delirios» en el espacio dedicado al ‘asunto’ del correo electrónico. Quintana activó la alarma. «¿Dónde habéis hecho las fotos?». A pesar del escepticismo de los espeleólogos, los arqueólogos no dudaban: era arte rupestre. «El ADES habrá entrado en Morgota 60 o 70 veces en 30 años. Siempre soñamos con encontrar pinturas y nunca nos fijamos en esta», lamenta Aranzabal.
Manchas rojas, tizonazos de carbón, puntos, signos rectangulares, un caballo... Un total de quince restos pictóricos y algunos materiales -como un jarrón de cerámica de otra época- que conforman el testimonio silencioso de estos antepasados. Los caballos acéfalos son inusuales entre las representaciones del Cantábrico. Los expertos en arte parietal Diego Garate y César González Sainz situaron el animal a más de 20.000 años de distancia. En cambio, los hallazgos arqueológicos apuntaban a ‘sólo’ 15.000 años. Mientras los especialistas discutían sobre la edad del caballo, el geólogo Javier Maeztu y Aranzabal afirmaron que en tiempos aún más lejanos el río de Omaerreka (que ahora recorre los valles de alrededor) circuló por Santimamiñe y se sumió en Morgota. Con los siglos, el río fue enterrándose hasta llegar a la altura de los caseríos actuales y dejar ambas cuevas suspendidas a 75 metros sobre el nivel del mar. Dos esqueletos geológicos que guarecieron a los seres humanos muchos milenios después.
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