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lunes, 14 de noviembre de 2016

Españoles pioneros comerciando al otro lado del mundo
by LB Paleorama - 0


Las excavaciones en un asentamiento del siglo XVII en Taiwán revelan cómo vivían estos colonos

Arqueólogas españolas al otro lado del mundo estudiando los restos de los primeros colonos españoles en Taiwán. Eso es lo que hace el equipo dirigido por María Cruz Berrocal en el asentamiento de San Salvador de Quelung, ubicado en la pequeña isla de Hoping Dao, junto a la ciudad de Keelung, en el norte de Taiwán. Su trabajo muestra la intensa actividad exploratoria y comercial desarrollada por españoles en la zona mucho antes de que el famosísimo capitán inglés James Cook explorase el Pacífico en sus conocidos viajes. La investigación del yacimiento ha revelado un asentamiento estable, con un fuerte y una iglesia o convento, y un cementerio asociado, del que se espera obtener importantes datos sobre sus habitantes, los lugares por los que habían pasado, sus patologías, o incluso si introdujeron especies vegetales foráneas.

Fecha de Publicación
13 de noviembre de 2016
Fuentes de información digital utilizadas
El País
Fuente de las imágenes
El País
Palabras clave:
moderna y contemporánea, colonialismo, San Salvador de Quelung, Hoping Dao, Taiwán, economía
Bibliografía científica, publicación original


San Salvador de Quelung fue una colonia española fundada mucho antes de que el famosísimo explorador y navegante inglés James Cook recorriese el océano Pacífico. La llegada de navegantes españoles a la zona está ligada a exploraciones como la del hispano portugués Luis Váez de Torres, que en 1606 dio con el estrecho que lleva su nombre entre Australia y Nueva Guinea, pasando de largo y sin reparar en la gran isla continente. Y el tránsito y actividad española en la zona durante los siglos XVI y XVII se está revelando mucho más intenso de lo pensado a través de los hallazgos arqueológicos.
Las excavaciones arqueológicas en la zona, primero desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y actualmente desde la Universidad de Konstanz (Alemania) y la Academia Sinica (Taiwán), se realizan bajo el asfalto de un aparcamiento en superficie, en un lugar de antigüedad milenaria cuya compleja estratigrafía, muy alterada por las actividades japonesas durante la segunda guerra mundial, está comenzando a retratar la vida de los primeros españoles en Taiwán.

Y llegaron los cadáveres
Después del pesimismo inicial por la alteración del yacimiento en época contemporánea, la concienzuda labor del equipo arqueológico ha comenzado a proporcionar datos de la época del establecimiento del asentamiento colonial, ocupado entre 1624 y 1642, y han comenzado a aparecer enterramientos, aparentemente ligados a una iglesia. El más curioso, un esqueleto que ha aparecido con las manos entrelazadas en el pecho en actitud cristiana de oración.
El asentamiento investigado era mucho más sólido de lo que pensaban, ya que están desenterrando los cimientos de un fuerte y, sobre todo, de una iglesia o convento. "Estos hallazgos desmontan la idea de marginalidad de esta colonia. Taiwán estuvo en el centro de intercambios comerciales que dieron lugar a la globalización, que empieza aquí", ha declarado la arqueóloga española María Cruz Berrocal, que dirige la excavación.
En total, desde que comenzó la campaña, se han descubierto tres enterramientos, más otro de un niño aborigen de unos cuatro años y otros huesos que indican la presencia de más individuos, aunque fuera de contexto.
La información que pueden sacar de estos esqueletos es enorme: desde los virus hasta las bacterias –con ayuda del Instituto Max Planck de Alemania, el más avanzado del mundo en el estudio de ADN antiguo de patógenos– o su alimentación por el análisis de los restos en el cálculo dental. "Son personas que posiblemente vivieron en tres continentes, Europa, América y Asia, y la gente más antigua que haya habitado en tantos sitios que hayamos podido estudiar. Son ambientes muy distintos que nos pueden proporcionar muchísima información. Por el análisis de restos botánicos, tanto en sus dientes como en la propia excavación, podríamos determinar si trajeron plantas de América, por ejemplo. Ahora mismo, las especies introducidas desde fuera encienden un gran debate en esta zona del mundo", prosigue Berrocal.
Por ahora, el ADN ha confirmado que por lo menos uno de ellos era de origen europeo, aunque todavía no han realizado las pruebas definitivas. El profesor Antonio González-Martín, del Departamento de Zoología y Antropología Física de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, analizó el ADN mitocondrial, que se transmite por vía materna, de los restos encontrados en 2014. Sus conclusiones apuntan a un individuo de procedencia probablemente vasca, aunque el análisis no es totalmente determinante, por lo que han tenido que encargar nuevos exámenes para confirmar su origen.

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