Decenas de milenios antes de la generalización de la agricultura, pequeñas comunidades molían avena salvaje, y también procesaban plantas de anea, en distintos puntos de Italia
Aquí y allá, en distintos puntos del continente europeo, la actividad arqueológica va proporcionando evidencias del aprovechamiento sistemático de especies vegetales muchísimo antes del desarrollo de la agricultura. Dos de estas importantes evidencias proceden de la península italiana, donde el yacimiento en cueva de Grotta Paglicci (32.000 BP) en el sureste y el campamento al aire libre de Bilancino (30.000 BP) en el centro, han proporcionado sendos ejemplos de molederas utilizadas para obtener harina en fechas tan tempranas. Mientras que la moledera de Grotta Paglicci fue utilizada principalmente para moler cereales como la avena salvaje, la de Bilancino se usó para moler rizomas de anea, una planta herbácea acuática de la que además se extraían sus fibras como materia prima para elaborar cordelería mediante el uso de un tipo de buriles de sílex denominados buriles de Noailles. El caso de Bilancino nos muestra el desarrollo de un aprovechamiento sistemático de una especie vegetal sin precedentes, y que resulta especialmente llamativo para una comunidad en mitad del Paleolítico superior.
Fecha de Publicación
21 de febrero de 2018
Fuentes de información digital utilizadas
National Geographic, Seeker
Fuente de las imágenes
National Geographic, Seeker
Palabras clave:
prehistoria, paleolítico superior, Bilancino, Grotta Paglicci, Italia, molienda, avena salvaje, mijo, bellota, moledera, buriles de Noailles, fibras, anea, economía
Bibliografía científica, publicación original
Un accampamento di 30.000 anni fa a Bilancino (Mugello, Firenze) (LIBRO), PNAS
Aunque fue a partir del Neolítico cuando se generalizó la domesticación y el cultivo de los cereales, cada vez vamos conociendo más evidencias de cómo mucho antes, durante el Paleolítico superior, los distintos grupos humanos que habitaban el continente europeo ya realizaban un aprovechamiento intensivo de los vegetales a su alcance, realizando ya labores de molienda de cereales salvajes, entre otros.
Dos de las evidencias más antiguas de molienda de cereales salvajes con las que contamos actualmente proceden de la península italiana. Se trata de dos piedras de moler procedentes de yacimientos bastante distantes geográficamente, uno de ellos es la cueva de Grotta Paglicci, en el sudeste del país, y el otro procede de un campamento estacional al aire libre, en el yacimiento de Bilancino (Mugello, Toscana). En ambos casos, las evidencias atestiguan la molienda de cereales hace más de 30.000 años, lo que induce a pensar que para esta fecha el procesado de cereales debió ser una actividad frecuente y extendida geográficamente.
Como apuntábamos, las características de estos dos yacimientos italianos son bastante diferentes. Por un lado, Grotta Paglicci es un enclave en cueva, donde se ha documentado un nivel gravetiense datado en 32.000 años de antigüedad, resultado de las ocupaciones de grupos de cazadores-recolectores de este periodo. En la cueva se documentaron también pinturas rupestres representando manos y caballos, e incluso enterramientos humanos. Precisamente en ese nivel gravetiense se localizó en 1989 una mano de molino, que en aquel momento ya fue estudiada en profundidad, pero que afortunadamente se guardó sin lavar, lo que permitió su reestudio en fechas más recientes, con unos resultados bastante sorprendentes.
Se trata de un canto de arenisca alargado, con un extremo redondeado y otro que se encuentra fracturado, y presenta fisuras longitudinales en su superficie. Basándose en su análisis funcional, los científicos determinaron que se trataba de una mano de moler. Se dieron cuenta que el extremo redondeado fue utilizado para romper las semillas, mientras que las superficies planas permitían moler el grano hasta obtener harina.
Hace tres años, la piedra fue reestudiada en busca de fragmentos de granos de almidón que hubiesen sobrevivido al paso del tiempo. Entre los cerca de mil granos de almidón obtenidos de tres pequeñas zonas de muestreo de la superficie de la piedra, se identificó la presencia de bellotas y parientes del mijo, pero la especie representada en mayor número era la avena salvaje.
El hallazgo de Grotta Paglicci venía a unirse a los de Bilancino (Italia), Kostenki 16 (Rusia) y Pavlov VI (República Checa), mostrando que la explotación de plantas estaba ya bien extendida a mediados del Paleolítico superior, y aportando además una fecha aún más temprana que en los otros casos conocidos.
El caso de Bilancino está acompañado además por las evidencias de explotación de otro tipo de plantas, lo que lo hace especialmente interesante. Este yacimiento al aire libre fue descubierto de forma fortuita durante las obras de construcción de un embalse en la década de 1990. A través de dos campañas arqueológicas de salvamento, se pudo documentar un área de ocupaciones temporales localizada en una terraza del río Sieve. El enclave se caracteriza por la presencia de industria lítica gravetiense, y ha sido datado por radiocarbono en 28.000 cal a.C.
Las excavaciones permitieron documentar una gran extensión inalterada de la superficie original del yacimiento, con dos hogares y varias concentraciones de restos de sílex. Pero especialmente relevante fue el hallazgo de dos piedras identificadas como una moledera y una mano de moler respectivamente. El análisis de los restos de granos de almidón presentes en sus superficies deparaba en este caso un resultado bien diferente, ya que las especies predominantes eran Typha y Sparganium (en España comúnmente conocidas como anea, plantas que crecen en los márgenes de humedales). Se trata de la evidencia más antigua conocida de la preparación de harinas a partir de plantas salvajes, y para ello, probablemente se emplearían los rizomas de la planta, tal y como siguen haciendo en la actualidad distintas comunidades de Australia o Norteamérica.
Probablemente este campamento se ocupase especialmente en la época de recolección de estas especies lacustres, durante el verano. Su explotación como alimento no habría sido el único modo en que estos grupos humanos habrían aprovechado estas plantas, ya que entre el abundante número de herramientas líticas recuperadas, predomina abrumadoramente una forma denominada buril de Noailles. Esta herramienta guarda un evidente parecido con un útil denominado arfinden, utilizado tradicionalmente en Italia para recoger las fibras de anea (Typha latifolia).
La identificación de estos útiles nos aporta una interesantísima perspectiva, ya que nos muestra el enorme grado de aprovechamiento de estos grupos humanos sobre una misma planta, de la que se obtenía tanto alimento como materia prima para elaborar cordelería con la que crear todo tipo de manufacturas complejas, todo ello hace unos 30.000 años, en pleno Paleolítico superior.
Estas evidencias, aunque fragmentarias y escasas, apuntan hacia una realidad bastante más avanzada de lo que solemos imaginar para estas gentes, abriendo un camino para futuras investigaciones, que probablemente irán confirmando este tipo de prácticas en cada vez más territorios para este periodo.
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