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lunes, 30 de diciembre de 2019

La (pre)historia de los chiches y el ADN
by LB Paleorama - 1

Chicle de corteza de abedul neolítico recuperado en Dinamarca. Foto: THEIS JENSEN

Un 'chicle' neolítico permite recuperar por primera vez ADN prehistórico completo de algo que no sea hueso

Por primera vez se ha logrado obtener el ADN completo de una persona a partir de un resto orgánico que no sea hueso. A eso se añade que el objeto del análisis es de lo más curioso, un fragmento de adhesivo que se obtiene del cocimiento de la corteza de abedul, muy utilizado desde el Paleolítico inferior, para pegar y enmangar distintas herramientas, pero que también pudo haber sido utilizado por sus propiedades antisépticas para combatir dolencias en la boca. Su "masticadora" fue una joven que vivió hace 5.700 años, y junto a su ADN se han podido identificar evidencias de bacterias y virus, y también restos animales y vegetales que formarían parte de la alimentación de la joven. Junto a este llamativo hallazgo, repasamos la (pre)historia de la goma de mascar.

Fecha de Publicación
17 de diciembre de 2019
Fuentes de información digital utilizadas
BBCNew ScientistBBCMetro (UK)Nature BlogsChewing Gum Facts
Fuente de las imágenes
BBC
Palabras clave:
chicle, Prehistoria, ADN, abedul, corteza, Dinamarca, Suecia, betún, pegamento, medicina, salud, destacados
Bibliografía científica, publicación original
Nature CommunicationsNature Communications BiologyAmS-Skrifter
Posiblemente hayas leído algún titular tipo "el chicle más antiguo del mundo" referido al hallazgo de una bolita de betún de corteza de abedul que fue masticada por alguien hace unos 5.700 años en Dinamarca. En realidad, conocemos algunas otras evidencias bastante más antiguas, en torno a los 10.000 años de antigüedad, procedentes de Suecia, pero, ¿en qué consisten estos "chicles" y qué tienen que ver con nuestra goma de mascar?

En origen, muy poco. Todos estos ejemplos son pegotes de una sustancia parecida a la brea o el betún, que se obtenía cociendo la corteza de abedul. Su uso práctico desde el Paleolítico está relacionado con el enmangado de útiles de piedra, o incluso con la impermeabilización de recipientes. Es posible que comenzase a masticarse para facilitar su ablandado una vez solidificado, para poder aplicarlo a las distintas herramientas.

Pero también es posible que este primer uso llevase a otro, menos inmediato, pero derivado de la masticación puramente utilitaria. La corteza de abedul tiene propiedades medicinales, por ejemplo como antiséptico, debido a la presencia de betulina.

Estos pegotes de brea de abedul son relativamente habituales en yacimientos prehistóricos del norte de Europa, y entre ellos es frecuente observar marcas de dientes. Recientemente hemos conocido un ejemplo recuperado en un yacimiento del Mesolítico final/Neolítico inicial en el sur de Dinamarca, cuyo estudio ha tenido gran impacto en los medios porque ha sido posible obtener de él el ADN completo de la persona que lo masticó, e incluso de bacterias que vivían en su boca, y de los alimentos que había comido en un momento cercano a haber masticado este "chicle".

Esto ha supuesto un hito en la investigación, porque es la primera vez que se secuencia por completo el genoma de una persona a partir de un resto que no sea de sus propios huesos, y abre la puerta a la obtención de ADN humano en contextos arqueológicos en que no se han localizado restos óseos de sus habitantes.

El chicle prehistórico de Syltholm (Lolland, Dinamarca) fue mascado por una mujer, según se deduce del ADN recuperado. Se ha tratado de inferir algunos de sus rasgos físicos con expresión genética, y es posible que tuviese la piel y el pelo oscuros mientras que sus ojos pudieron ser claros.

Los primeros chicles prehistóricos cuyo hallazgo trascendió a la prensa generalista fueron los hallados en el suelo de una cabaña usada por cazadores-recolectores hace más de 9000 años en la isla de Orust (Suecia). El hallazgo se conoció en 1993, y ya entonces se habían identificado las marcas de dientes en su superficie. Al menos uno de los chicles había sido masticado por alguien con la dentición de adulto completa, pero sin pérdida de piezas ni desgaste significativo, por lo que se identificó como un adolescente.

Aparte de barajar el uso medicinal del betún de abedul, se señalaba entonces que algunas tribus norteamericanas masticaban esta sustancia al igual que en los Andes se mastica la hoja de coca, porque les produciría ciertos efectos de euforia o ebriedad debido a los terpenos presentes en los aceites esenciales de distintas especies vegetales.

Los chicles hallados en Orust han sido posteriormente estudiados más a fondo, y este mismo año vio la luz un estudio del material genético presente en ellos que ha permitido identificar restos de ADN de tres individuos diferentes.

Otro ejemplo conocido fue recuperado de una excavación arqueológica en Finlandia en el año 2007, también en este caso con marcas visibles de masticación. De nuevo en este caso se interpretó que pudo usarse para aliviar infecciones en la cavidad bucal.

En el continente americano se conocen distintas tradiciones de masticar plantas desde hierbas, hojas (coca), granos, hasta la savia coagulada de la sapodilla (Manilkara zapota). En Norteamérica se conoce la costumbre de masticar la savia del árbol conocido como pícea.

No sería hasta 1848 cuando se produjo la primera goma de mascar comercial, creada y vendida por John Bacon Curtis. La desarrolló a partir de la savia de la pícea (en inglés spruce), y la llamó State of Maine Pure Spruce Gum. Tras varias patentes comerciales registradas en Estados Unidos que no dieron lugar a ningún producto, en 1869 Thomas Adams tomó la idea original de comercializar el chicle obtenido de ciertos árboles de hoja perenne centroamericanos y le añadió sabor. Estos fueron los primeros chicles comercializados de forma masiva, llamados Adams New York Chewing Gum.

Las distintas fórmulas presentaban problemas con la fijación de los sabores añadidos, hasta que en 1880 William White combinó azúcar y sirope de maíz con el chicle obtenido de los árboles, añadiendo peppermint para mejorar el sabor. Lo llamó Goma de Yucatán. El éxito de las distintas fórmulas que se fueron comercializando hizo que ya en 1888 se vendieran en máquinas de vending en el metro de Nueva York.

A pesar de los supuestos beneficios proclamados por sus fabricantes, el añadido de azúcares a los distintos chicles y gomas de mascar los convirtió en una fuente de problemas dentales. A partir de la década de 1950 comenzaron a aparecer los chicles sin azúcar, ¿una vuelta al origen?

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1 comentario

  1. La cara de la niña de ese ADN aún circula por el mundo. Si descendientes de los prehistóricos cabe la posibilidad de que lo neandertales aunque con variantes por el cruce de especies razas y clanes/pueblos también se muevan entre los sapiens sapiens del siglo 21.

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